La vida del pelotero Orlando Hernández ha estado marcada por pasajes dignos de la trama de una película de Hollywood. El espigado derecho tuvo que esquivar varios obstáculos para lograr ser un hombre libre y materializar su sueño de jugar en las Grandes Ligas.
Después de ser miembro por años del equipo nacional de Cuba y figurar como uno de los mejores lanzadores del país, el Duque comenzó a tener problemas políticos en la Isla debido a la salida de su hermano Liván en 1995. Esto llevó a una suspensión de por vida para el mayor de los hermanos Hernández.
A partir de ese momento comenzó su calvario en Cuba, cuyo desenlace llegó el 25 de diciembre de 1997 cuando, junto a un grupo de cubanos, logró escapar en balsa hacia Bahamas. De allí partió a Costa Rica, donde firmó un contrato de 6.6 millones con los Yankees de Nueva York.
Para tener una idea más exacta de su calidad, el día en que debutó en Grandes Ligas contaba ya con 32 años cumplidos y traía en su brazo de lanzar más de 1500 entradas trabajadas en 10 temporadas jugadas en la pelota cubana. A pesar de todo eso, Hernández compiló en Las Mayores, entre 1998 y 2007, 90 victorias, 65 derrotas, efectividad de 4.13 y 1086 ponches propinados. Todo ello en sólo nueve temporadas en la mejor pelota del mundo, algunas de ellas recortadas por las lesiones.
En seis temporadas ganó más de 9 partidos, y en cuatro más de diez. Su mejor campaña fue en 1999, en la cual logró marca de 17 y 9, con efectividad de 4.12 en 214.1 entradas lanzadas. Fue elegido como el Jugador Más Valioso de la Serie por el Campeonato de la Liga Americana. A su vez, fue el primer abridor de los Yankees en ese playoff y en la Serie Mundial, por encima de hombres como David Cone, Roger Clemens y Andy Pettite, que integraban una rotación de lujo del equipo de la Gran Manzana.
Desde el primer día en que se subió a un montículo de Grandes Ligas, Hernández dio señales de que no sería un lanzador cualquiera. Para muchas personas el destino existe y el Duque Hernández lo puede atestiguar. El estelar lanzador debutó el 3 de junio de 1998 gracias a la mordedura de un perro. Resulta que Orlando tuvo su oportunidad gracias a que el perro de la madre del derecho David Cone mordió al norteamericano en un dedo y le atrasó la salida, dándole paso al nacido en Villa Clara. A partir de ese momento el Duque se convirtió en uno de los abridores claves del equipo.
Una de las pruebas de su irrefutable calidad es su récord en juegos de playoff y Series Mundiales. En los primeros cuatro años, logró tres anillos de Series Mundiales. Participó consecutivamente en cuatro Clásicos de Octubre con los Yankees, de 1998 a 2001, y en 2005, con los Medias Blancas de Chicago, alcanzó su cuarto anillo a la edad de 40 años. En total, en post temporada, tiene récord de 9 victorias, 3 derrotas y efectividad de 2.55. Toda una hazaña para un hombre que llegó con más de 30 años de edad a Las Mayores.
Junto a Liván, conforma los hermanos lanzadores cubanos con más victorias en las Grandes Ligas, y son segundos entre los pitchers hermanos latinos detrás de los estelares Pedro y Ramón Martínez, de la República Dominicana. Los Hernández, hasta el primero de junio de 2011, tienen 259 victorias.
Dueño de una extraña forma de lanzar por su elevada pierna izquierda, que llevaba a la altura de su cabeza y enseñaba su número 26 al home plate mientras hacia el viraje, Orlando es un ejemplo tanto dentro como fuera del terreno de juego. A pesar de que oficialmente no se ha retirado, es poco probable que vuelva a pisar un terreno de Grandes Ligas. Los años no pasan por gusto.
Pocos jugadores han pasado tanto como El Duque y han logrado los resultados que él logró. Su voluntad, profesionalismo y calidad lo marcaron a lo largo de su carrera, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. Cabe preguntarse: ¿Qué hubiera logrado este hombre de haber desarrollado toda su carrera en Grandes Ligas? No tengo dudas que estaría muy cerca, o ya fuera miembro, del Salón de la Fama de Cooperstown.
Lo cierto es que Orlando El Duque Hernández tiene su lugar asegurado en el nicho de los inmortales de la pelota cubana.
Fernando Vilá
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