No sé por qué, pero durante mi formación de historiador siempre estuve persuadido de que algo andaba mal en ciertas comprensiones sobre la fenomenología de la historia de Cuba. Percibía en cada momento que no eran las políticas y las ideologías las que habían iniciado el movimiento del cambio en Cuba. Presentía que había detrás de esas ideologías cierta fuerza propulsora que terminaba, eso sí, haciéndose política e ideología.
Por ejemplo, detrás de la “ideología mambisa” se movía una fuerte propulsión femenina. En Bayamo, Manzanillo, Holguín, La Tunas, regiones donde la fuerza poética femenina influyó mucho, determinó en cierta manera la acción de la ideología independentista. He visto moverse de forma “underground” esta fuerza femenina en momentos cumbres de la historia de Cuba, durante la dictadura de Machado y la de Batista. Pero por una extraña razón, hoy en Cuba sucede al revés: primero aparecen las ideologías y las políticas en contra del régimen castrista y luego florece la existencialidad del sujeto reprimido.
El poder de lo femenino es un gran factor. ¿Por qué? Es la pregunta del millón. ¿Por qué son las mujeres la que más directamente se oponen en la actualidad al régimen de Fidel Castro?
No es que sean las féminas más valientes que los hombres. En ninguna de ellas prima una Juana de Arco. Pero la ironía de la historia y de quienes asumen el papel del historiador en base a determinadas ideologías y partidismos, han desdeñado lo que Juan Pérez de la Riva y Pedro Deschamps Chapeaux querían conseguir con la contribución a una “historia de la gente sin historia”; una historia social de quienes siempre estuvieron al margen de los relatos nacionales.
Y ese es el problema de por qué no se puede entender a fondo la “nueva lógica” de los actores sobre el cambio en Cuba. No contamos con una historia de la gente sin historia. No contamos con una historia desprejuiciada de la mujer cubana. Por eso no podemos entender lo que está pasando hoy en Cuba. Se nos hace incomprensible que la mujer pueda y el hombre no. Y no es cuestión de género, sino de subjetividad. Estoy persuadido de que la “femineidad” cubana ha creado las bases del cambio ideológico en Cuba. Y lo ha hecho desde una fenomenología existencial, pragmática, que es lo más importante.
Aun cuando las fuerzas ideológicas contrarias al régimen hayan conseguido algo, es incomparable menos, por ejemplo, que lo insinuado por los últimos sucesos del Parque de la Fraternidad, en La Habana. No se trata, por supuesto, de un asunto ideológico, sino de la realidad y la supervivencia. El “hambre en Cuba” ha salido libremente a la palestra pública. No ha salido como estigma, sino como un fenómeno real que lacera profundamente la base de la reproducción biológica del pueblo. Y la mujer en este sentido es la más afectada, material y psicológicamente. El hombre como género se abstiene y no puede liberarse del miedo, porque a diferencia de la mujer ha estado imbricado de alguna manera en la forma de pensar las ideologías y las políticas. La mujer no; nada tiene que perder dentro del juego de las ideologías. Se presenta como juez, con la balanza en una mano y la espada en la otra. Y eso es lo que se está produciendo dentro de la isla: se está pidiendo justicia.
De esa justicia veremos brotar una vía ―novedosa, por supuesto― de las fuerzas políticas contrarias a la dictadura.
Ahora bien, curiosamente en Cuba se publicó hace unos años un libro que traería a colación la forma y capacidad de cómo se ha reprimido al sujeto en la época de la postmodernidad. En El sujeto y la ley: el retorno del sujeto reprimido (Editorial Caminos, 2006), Franz Hinkelammert afirma que toda esta época no es más que la de la represión del sujeto in extremis de la modernidad, cuyo objetivo es salvaguardar los valores del capitalismo liberal. Como en Cuba esta idea no encaja a la manera de Hinkelammert ―que dicho sea de paso es un revolucionario reprimido―, el “pueblo de Cuba” representa el mejor ejemplo para apoyar su tesis, como si en Cuba existiese una modernidad al margen del destino de la muerte.
En Cuba también el sujeto es reprimido in extremis. Cuba es hoy un relato de la modernidad in extremis. Pero un mal relato que no ha conducido a ningún lugar, a no ser que sea a la extrema represión. Es así como se llega a un punto en la vida del hombre en que lo reprimido durante largo tiempo se expulsa en la mayor brevedad.
Lo primero que veo incorrecto es tratar de comprender esa aptitud de la mujer cubana. Es un misterio y punto. En el hombre puede que se aplique la lógica para comprenderlo, porque es muy naturalmente dado a la política. Pero en una mujer que dice públicamente “abajo el hambre”, que expone abiertamente la historia oculta de la represión en Cuba, es difícil de comprender. Por eso la naturaleza de los sucesos actuales que conmueven a la esfera política del poder en Cuba es desesperante. No se sabe lo que va a ocurrir mañana.
Una cosa es segura: las bases del cambio en Cuba están echadas. El sujeto reprimido in extremis ha salido a la luz, y ésta es una tremenda fuerza existencial en la que se pueden apoyar sin ningún miramiento retrospectivo las nuevas ideologías que representan a la Cuba futura.
Ángel Velázquez Callejas
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