La protesta de Cuatro Caminos

Rosario Morales La Rosa (Charito) e Ivonne Malleza Galano se dieron cita en la vivienda de Mayra Morejón Hernández. Fue allí donde se enteraron de lo ocurrido el 23 de agosto de 2011 en la escalinata del Capitolio Nacional, protesta cívica y de desobediencia civil protagonizada por cuatro mujeres pertenecientes a las Damas de Blanco, el Movimiento Feminista “Rosa Park” y el Frente Nacional de Resistencia Cívica y Desobediencia Civil. Ellas fueron Sara Marta Fonseca Quevedo, Odalys Caridad Zanabria Rodríguez, Mercedes Evelyn García Alvarez y Tania Maldonado Santos.
En ese momento, Charito e Ivonne tomaron una decisión que marcaría otro hito relevante en el marco de las protestas cívicas de los últimos años en Cuba.

A las 11:00 a.m. del 26 de agosto de 2011, se reunieron Ivonne y Charito en el Mercado Único de Cuatro Caminos. Rosario fue la primera en arribar al lugar para reconocer el terreno. En estas labores se percató de la presencia de dos o tres patrullas del orden público circulando por el área escogida por ellas para la protesta cívica. Era normal, concluyó Morales La Rosa, debido al volumen de los negocios legales y turbios que se producen a diario en el mercado de referencia. De ahí la elevada concurrencia, sobre todo en los horarios matutino y vespertino.
Al rato llegó Ignacio, esposo de Ivonne. Sería él quien se encargaría de cubrir con un video las incidencias que acarrearía la protesta de su esposa y Charito.

Transcurridos unos minutos arribó Ivonne. Pensaron comenzar el acto justo en el semáforo colocado en la Avenida Monte, frente al edificio que ocupa el mercado. Pero concluyeron que no era buena idea: no durarían mucho tiempo con el toque de calderos al interrumpir el tránsito automotor, razón por la cual decidieron pararse en la entrada principal del predio comercial. ¡Y comenzó la fiesta!

¡Pam, pam, pam! “¡Comida para el pueblo! ¡Leche para los niños! ¡Abajo el picadillo de soya! ¡Eso es piltrafa! ¡Abajo las tiendas recaudadoras de divisas!”. ¡Pam, pam, pam! Y muchas otras frases que recordaban a la población la cotidianidad y los esfuerzos diarios que debe hacer la población para sobrevivir.

Como la curiosidad es inherente al ser humano, comenzaron a salir personas de los diferentes departamentos del mercado, sorprendidas por el sonido de los calderos y los mensajes que valientemente las mujeres expresaban en alta voz. Cuando Charito e Ivonne gritaban“¡Abajo!” el pueblo aplaudía.

Los choferes de los vehículos que pasaban por el lugar se detenían y observaban. Comenzaron a sonar las bocinas de sus coches. Un señor de la tercera edad llevaba un paquete con algunos huevos. Charito lo miró fijo y le gritó: “¡Que le aumente el gobierno el monto mensual de la chequera a los jubilados!”. A lo que el anciano respondió: “Sí mi´jita, sí”. Una señora morena cargaba a un niño pequeño y Rosario exclamó: “¡Que el gobierno, el Día de los Reyes Magos, asigne juguetes a precios moderados para los niños cuyos padres tienen recursos económicos limitados!”. Esa señora respondió: “Yo tengo comida para mi hijo…”. A lo que Charito espetó: “¡El único niño con juguetes en Cuba es Elián!”. Fue entonces que la misma mujer comenzó a llorar. En ese instante muchas personas comenzaron a corear: “¡Comida, comida, comida!” (Rosario aclara que al pueblo hay que recordarle los problemas que debe resolver a diario y que por regla general no tienen solución).

La policía del orden público se aproximaba a ellas pero no actuaba. Solamente se dedicaron a observar qué sucedía, mientras que Ivonne y Charito les gritaban: “¡Abajo la policía corrupta! ¡Abajo la Ley de Peligrosidad por arbitraria! ¡Que se abran las rejas de las prisiones! ¡Libertad para los presos políticos!”. Un uniformado la única reacción que tuvo fue la de bajar la cabeza abochornado, debido a las verdades que aquellas dos mujeres expresaban a viva voz. O quizás pensando que él también había sido cómplice de esa situación.

Fueron dos horas de protestas. Cientos de personas rodeaban a Charito e Ivonne para escucharlas. Al mismo tiempo, el verdadero pueblo cubano, increíblemente, impedía que policías uniformados y de la Seguridad del Estado se aproximaran a ellas. La población estaba alterada. Eufórica por las verdades que escuchaban en esos momentos. Debieron pensar: ¡Es increíble lo que está sucediendo!

Los operativos de la policía política las detuvieron y cuando se las llevaban para el Sector Policial de Tallapiedra (barrio de los alrededores), ese mismo pueblo les gritaba sin temor a los agentes: “¡Abusadores, esas mujeres dicen la verdad!”. Y comenzaron a golpear a los militares por la cabeza y la espalda para que soltaran a Ivonne y Rosario. “¡Son mujeres, abusadores!”, les gritaban. Poco faltó para que se produjera una verdadera e imparable explosión social.

Ya dentro de la unidad policial, tanto Ivonne como Charito comprobaron el temor reflejado en el rostro de sus represores. Ambas se dieron cuenta que el poder del verdadero pueblo es indetenible cuando se decide a “echar a andar con pasos de gigante para enfrentar a quienes lo tiranizan”. Un uniformado le propinó un tremendo golpe en el ojo izquierdo a Charito. Y una militar, conocida por Tamara, le dio una bofetada tan fuerte a Ivonne que la hizo rodar por el piso del local, junto con la silla, hasta tropezar con la pared. Les halaron los pelos y las sacudían por los hombros mientras, asustados, exclamaban: “¡Vean lo que han hecho, la manifestación que han provocado, poco faltó para que se formara una explosión social…!”.

Mientras tanto, los miles de cubanos de ambos sexos reunidos frente a la unidad policial donde llevaron a las dos mujeres se mantenían congregados exigiendo la libertad de ambas. No había un solo opositor público en aquella masa humana que exigía a gritos la liberación no sólo de aquellas dos “Marianitas”, sino de todo el pueblo de Cuba.

Indiscutiblemente, poco faltó para que este acto de protesta y toque de calderos se convirtiera en la chispa detonante de la explosión social que todo el pueblo de Cuba aguarda, aun cuando no se decide a jugar el papel protagónico que le corresponde.

Héctor Maseda

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