Una consideración importante a tener en cuenta, en el contexto cubano, es el derecho de los pueblos a la desobediencia civil cuando los gobernantes se apartan de los fines, objetivos e intereses de los gobernados.
Henry Thoreau, poeta y ensayista norteamericano, fue un fiel defensor de los derechos civiles (1849) al igual que crítico social. Su ensayo Desobediencia civil inspiró a hombres extraordinarios como Mahatma Gandhi y Martín Luther King en sus respectivas acciones redentoras. Cabe destacar que Thoreau lo escribió en vísperas de iniciarse la Guerra Civil de Secesión (1861-64) en los Estados Unidos, cuando aún existía la esclavitud en el sur de esa nación.
Llegado a este punto, es el instante en que debemos preguntarnos: ¿Ante la existencia de leyes injustas y hombres sin moral ni principios éticos ―diría Thoreau― nos contentaríamos con obedecerlas o nos esforzaríamos en cambiarlas? ¿Dejaremos que se produzcan tranquilamente o las transgrediremos inmediatamente? La respuesta a estas interrogantes establecerá la diferencia entre los hombres que dejan que los eventos sucedan como simples observadores y los que hacen que éstos ocurran ejerciendo un papel protagónico.
Fidel Castro declaró hace uno o dos años que el actual modelo económico de Cuba no ha funcionado. Por otro lado, el propio Raúl Castro, quien detenta actualmente el poder político-económico-militar en el país, expuso por todos los medios nacionales de divulgación masiva, durante la clausura del Sexto Período de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de las Convenciones, el 18 de diciembre de 2010: “O rectificamos o nos hundimos. Ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras”.
Resulta obvio que ya ni las propias autoridades máximas de Cuba confían en los buenos resultados del modelo socio-económico que defienden e imponen. Esa idea negativa ha sido enviada, en los últimos dos años, hacia el pueblo cubano por los propios personeros del régimen. Lo cierto es que después de tales declaraciones todos nos preguntamos: ¿Qué debemos esperar? ¿El desastre total? ¿La atomización del país? ¿Que el Árbol de la Avaricia cada vez mayor de las familias que gobiernan en las altas esferas, más los gerentes, empresarios y directivos gubernamentales, continúen sacando de Cuba capitales, objetos de arte pertenecientes al patrimonio nacional y otros recursos y relaciones comerciales creadas por ellos para convertirse después de la debacle social que se producirá en la nación en millonarios residentes en otros Estados, desviando el trabajo y sacrificio de todo un pueblo?
No y mil veces no. Este pueblo perdió el miedo que durante décadas sintió. Ya era hora. Por esa razón habla abiertamente y dice lo que piensa. Ahora no baja la cabeza: Se alza valientemente y reclama sus derechos. ¡Y luchará por ellos! De eso que no le quepa dudas a nadie. Menos, a quienes nos desgobiernan. Está empeñado en buscar respuestas concretas a sus inquietudes espirituales y necesidades materiales y las encontrará o las conquistará con su acción ciudadana.
Otro tanto ocurre con la oposición pacífica interna. La disidencia se ha propuesto el vínculo estrecho con su pueblo. Hablar su propio lenguaje. Abordar sus problemas. Identificarse y dar respuesta a sus inquietudes. Para lograr tan necesaria unidad se dirige directamente al cubano medio, al infinitamente mayoritario en la sociedad. Le envía sus mensajes cuando toma por asalto las calles y enfrenta sin miedo a la policía política y sus grupos represivos paramilitares.
Las Damas de Blanco
Ese camino, si buscamos en la historia inmediata, fue abierto por las Damas de Blanco (LDB) desde mediados de marzo de 2003, cuando Laura Pollán Toledo, una de sus fundadoras y líder indiscutida de esa agrupación feminista, conformó el grupo de mujeres que poseían el denominador común de ser familiares allegados de los “75 Prisioneros de la Primavera Negra”, con la consigna de hacer lo posible e imposible para lograr la liberación de sus seres queridos, y más tarde la de todos los prisioneros políticos no violentos; y, por último, de luchar contra toda violación de los Derechos Humanos y acciones discriminatorias emprendidas por las autoridades cubanas y sus cuerpos represores.
Y comenzaron esas mujeres con su asistencia dominical a la Iglesia de Santa Rita, abogada de lo imposible, cuyo templo se encuentra en Miramar, en el municipio habanero de Playa. Extendieron sus actividades públicas con caminatas por diferentes comunidades y municipios de la ciudad capital. Sorprendían con su presencia ante las sedes de organismos estatales para dar a conocer, públicamente, las razones de sus protestas cívicas y reclamos, en alta voz, sin temor a las respuestas saturadas de tratos crueles, inhumanos y degradantes de la policía política y los grupos paramilitares que movilizaban para hacerlas callar. Se vestían de blanco y portaban en sus manos un gladiolo de ese mismo color.
Sufrieron golpizas, amenazas, empujones, torceduras de manos y piernas, fracturas de brazos, manos, dientes y costillas; humillaciones públicas y frases groseras; patadas y golpes técnicos dirigidos a zonas del cuerpo de alta sensibilidad en la mujer, con serias consecuencias para su salud futura; fueron arrastradas brutalmente para ser introducidas en vehículos previamente movilizados por estas hordas desnaturalizadas, sin ningún tipo de consideración por su condición de mujeres indefensas que solamente reclamaban la liberación de sus familiares.
Simultáneamente se producían los arrestos de estas valientes mujeres, tanto domiciliarios como en unidades policiales, para impedir las manifestaciones callejeras y en contacto directo con el pueblo. Desde entonces fueron conocidas nacional e internacionalmente como las Damas de Blanco. Su quehacer cívico de protestas, reclamos y exigencia de derechos ciudadanos se extendió hasta algunas provincias y municipios en regiones del oriente y centro del país, además de las protagonizadas en la capital.
Durante más de siete largos años se mantuvo esta violenta confrontación de LDB y los cuerpos represivos dirigidos por los gobernantes cubanos. El escándalo internacional alcanzó tales niveles que por cientos se sumaron presos y ex presos políticos, y sus actos provocaron reacciones cívicas en varias prisiones del país. Algunas de ellas dolorosas, como el martirologio y muerte de Orlando Zapata Tamayo, tras una prolongada huelga de hambre por más de 80 días en instituciones penitenciarias; o la de Guillermo Fariñas, “Premio Sajarov por la Libertad de Conciencia”, que ayunó durante 127 jornadas y puso en peligro su vida.
Todos estos hechos determinaron la intervención del Estado Vaticano que, por intermedio del Cardenal Jaime Ortega Alamino solicitó, ante el gobierno nacional, que se pusiera fin a los tratos inhumanos, vejaciones y golpizas a que sometían a estas infelices mujeres, luego de conocerse la declaración de principios lanzada por su líder Laura Pollán a los hermanos Castro: “Sueltan a nuestros hombres o nos encarcelan a nosotras, o nos asesinan en las calles. No existen más opciones”. A este clamor se sumaron las presiones del gobierno español y de varios Jefes de Estado y de Gobierno europeos. Pero, sin lugar a dudas, las verdaderas heroínas de semejante epopeya fueron LDB, quienes lograron arrancarle a las autoridades cubanas de sus ergástulas a los cincuenta y dos prisioneros de la Primavera Negra que aún guardábamos prisión.
La líder Laura Pollán fue quien jugó el papel más destacado en el desarrollo, orientación y guía de las tácticas a emplear para alcanzar los objetivos propuestos por LDB, quienes, además, se ganaron a sangre y fuego un espacio público en el cual logran exponer sus reclamos. Reclamos que a partir de ese momento se extendieron para todos los presos políticos pacíficos, muchos de los cuales, junto a sus familiares allegados, pudieron marchar al exilio de inmediato, cifra que en total frisó las ochocientas personas. Paro los que quedábamos en prisión de la causa de “Los 75” la opción dada por el gobierno fue: “O salíamos desterrados para el Reino de España o permanecíamos en prisión hasta el cumplimiento total de nuestras respectivas condenas”. Lo cierto es que permanecimos encarcelados durante varios meses más. Hasta marzo-abril de 2011.
Han transcurrido ocho años y ocho meses de la confrontación entre LDB y las autoridades cubanas. El gobierno las maltrata por todos los medios que guarda en su arsenal de acciones bajas y deshumanizadas (públicas) y encubiertas y secretas (escondidas con gran celo por los cuerpos represivos), que sólo el tiempo y la futura democracia sacarán a la luz del polvo de los archivos especiales de los gobernantes actuales. LDB no se rinden y continúan su lucha.
Otras voces ya se alzan en varias provincias y municipios del país. El sendero marcado por LDB es la chispa que encendió el fuego social purificador que consumirá a una tiranía que ya cumplió 52 años de existencia. La sonada en la escalinata de la Universidad de La Habana. Las protestas cívicas emprendidas por activistas del Grupo por los Derechos Civiles “Rosa Park”. Las del Frente Nacional de Resistencia Cívica y Desobediencia Civil “Orlando Zapata Tamayo”, en la escalinata del Capitolio Nacional. La protesta en “El mercado de Cuatro Caminos” por miembros además de LDB. Las tertulias que organizan jóvenes opositores en parques, zonas concurridas y otros lugares públicos de Cuba con elevada frecuencia. Las acciones realizadas por diferentes grupos de la disidencia pacífica. El temor que muestran en sus rostros los miembros de la policía política que nos reprimen y que es captado por sus propias víctimas del momento. La evidente falta de confianza de las máximas autoridades cubanas en el modelo socio-económico al cual se aferran con uñas y dientes para extender un poco más su mandatos. Estos y otros episodios constituyen signos inequívocos de cuál será el sendero que nos espera en un futuro no muy lejano.
Un último mensaje: La libertad es un derecho y un bien preciado, que cuando se pierde cuesta caro, muy caro, recuperar. Como todas las cosas extremadamente valiosas de este mundo en que vivimos.
Héctor Maseda
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