La verdadera historia de Placetas

(De la saga “El Ciro versus La Seguridad del Estado”)

Amigos, les contaré como destruí a los agentes del G-2 de Placetas:

Llegamos Claudio y yo a Placetas al mediodía en nuestro helicóptero, entre los vítores y el júbilo de los placeteros, que hasta entonces sufrían bajo el yugo de la Seguridad del Estado. Preguntamos dónde estaba ubicado el domicilio del amigo Antúnez y nos dirigimos hacia allá. Al vernos, un policía de la posta que el G-2 tenía ubicada en la esquina nos pidió los carnets, ignorando mis poderes jedi. Fue así que lo puse a levitar a cuarenta metros del suelo (ahora que recuerdo, nunca lo bajé). El resto de la guardia huyó despavorida.

Entrevistamos pues al bueno de Antúnez, que estaba el pobre bastante flaco por el ayuno. Hablamos unas horas y me dio los nombres de los culpables de que en Cuba las casas se estuvieran cayendo: eran unos tales Raúl y Fidel Castro, que al parecer son hermanos. Me despedí prometiéndole que me haría cargo de ellos en cuanto llegara a La Habana.

A la salida de su casa --¡sorpresa!-- habían tres camiones de la policía especializada comandadas por el capitán del G-2 Clavo de Línea, con tonfas y otros utensilios. Envié a Claudio a conferenciar para evitar un derramamiento de sangre, pero regresó con un chichón y entonces me empingué. Ante una avalancha policial saqué el sable de luz y corté diez cabezas. Clavo de Línea ordenó entonces que dispararan las Makarov, pero nos hicimos transparentes y las balas se estrellaron contra la fachada de la casa, y una hizo volar el radio Selena de Antúnez. Me volví a empingar.

--¡Torbellino! --grité, y hubo silencio y expectación.

Pero este nuevo pluging no me funcionaba bien y solo se encendió un ventilador en la casa de enfrente. Ahora volvieron al ataque con fieros gritos y tonfas, pero los hice volar en pedazos con la onda expansiva que impulsa la palma de mi mano, a todos menos a uno: Clavo de Línea.

El Chavo había capturado a Claudio y lo conducía en un taxi del Ministerio del Interior hacia el cuartel general de Santa Clara (en La Habana ya los carros del MININT son Audi y Mercedes, pero en Placetas el G-2 es una mierda). Raudo, monté mi helicóptero y lo perseguí hasta allí, donde, por uno de esos azares de la vida, se me acabó el combustible sobre el mismísimo G2-landia, y me estrellé contra su placa de fibrocemento haciendo volar todo el edificio. Casi mato al Coco Fariñas, al que acababan de soltar luego de estar preso una semana.

Cuando Clavo de Línea llegó, lo cogí por cuello y lo llevamos a la línea férrea más cercana para hacerlo honrar su nombre. No sé si ya lo habrán sacado del raíl. Por lo pronto, nosotros estamos dándole caza al par de rufianes Castro para ponerlos a trabajar el resto de sus días en una microbrigada.

Ciro Díaz

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