Una Internet más veloz, pero con restricciones similares a las ya existentes, podría arribar en este año 2011 a Cuba si el cable de fibra óptica anunciado por el presidente Hugo Chávez es finalmente tendido desde Venezuela y llega a la ciudad de Santiago de Cuba en el plazo previsto. El cable, de 1.600 kilómetros, comenzó a ser tendido el sábado 22 de enero y se prevé esté listo este mismo mes de febrero, según declaraciones del presidente de la empresa Telecomunicaciones Gran Caribe, Wilfredo Morales, a la emisora castrista Radio Rebelde.
El cable de fibra óptica venezolano, que además de a Cuba conectará también a Jamaica, tendría un costo de 70 millones de dólares. Morales acotó, sin embargo, que de cara a la Isla el canal de datos sólo comenzaría a operar en junio.
El cable, según las previsiones, dotaría a la Internet cubana de una velocidad de transferencia de datos de 640 gigabytes, miles de veces superior a la actualmente disponible, que es extremadamente lenta. No obstante, el acceso al ciberespacio continuaría padeciendo restricciones en la isla comunista, según se desprende de las declaraciones de Morales y otros funcionarios del régimen, quienes mencionaron a los “centros públicos, académicos y científicos” como los únicos sitios desde los que se podría acceder a la Red de Redes. “Limitaciones tecnológicas y financieras impedirán a Cuba masificar el acceso a Internet en el corto plazo”, según las autoridades cubanas.
La estrategia de controlar y limitar Internet ofreciendo los servicios de una Red alternativa limitada y supervisada, como Intranet, ha sido y al parecer continuará siendo determinante en el propósito del gobierno de negarle acceso a la información al pueblo de Cuba. Entonces, ¿qué se propone el castrochavismo con este rimbombante anuncio y el efectivo tendido del cable? ¿Tirar más cheques en blanco al “mar de la felicidad” totalitaria en el que, según Chávez, se baña el pueblo cubano? ¿Se trata únicamente de una operación mediática destinada a desmontar las críticas internacionales en torno a las limitaciones a Internet en la mayor de las Antillas?
En parte. Porque el régimen de La Habana sabe que la manipulación mediática resulta fundamental para la supervivencia del proyecto esclavista. Pero no sólo. El régimen también sabe que en un mundo interconectado, en el que la revolución de las telecomunicaciones e Internet alcanza los sitios más recónditos, donde la economía se mueve a golpes de clics y banda ancha, permanecer bajo las piedras de la caverna rupestre no es de recibo a mediano o largo plazo. La técnica del avestruz, de esconder la cabeza en la arena para conjurar el peligro, no funciona en pleno siglo XXI, menos en un país de vocación occidental, a noventa millas de la nación más desarrollada del mundo, con un exilio numeroso y una economía de servicios cada vez más dependiente de la inversión extranjera y los elementos externos.
Un acceso a Internet fluido, sin mayores limitaciones de conexión, va a resultar imprescindible para que el régimen pueda –si es que lo logra, lo cual resulta altamente improbable- revitalizar el entramado económico de la Isla, y con ello conservar el poder. De ahí que a las autoridades cubanas no le quede otra alternativa que “tirar el cable”. A regañadientes y con la vista puesta en el control de la información. Con la Intranet en una mano y la potestad de situar estratégicamente, limitadamente, sus canales de difusión en la otra.
En definitiva, el cubano de a pie continuará padeciendo las mismas restricciones de acceso vigentes antes de la “solución” chavista. Ya se sabe realmente a quién le ha tirado un cable, en la última década, el actual gobierno de Venezuela.
Armando Añel
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