A diferencia de otros países árabes, donde Internet había sido factor relevante en la organización y difusión de las movilizaciones populares, hasta mediados de febrero pasado la Red de Redes jugó un papel más bien modesto en Siria. “La semana pasada, el gobierno de Damasco permitió a los sirios acceder directamente, por primera vez en tres años, a Facebook y YouTube, sin verse obligados a hacerlo a través de servidores proxy situados fuera del país para evitar la censura”, señalaba la agencia EFE ese mes, y en Occidente muchos se asombraban ante la osadía, o la singularidad, mostrada por el gobernante Bachar al Asad. ¿Es que no se veía en el espejo de Túnez, Egipto e incluso Libia?
La decisión de desbloquear los sites obedecía a la seguridad del gobierno de que Internet resultaba inofensivo como vehículo movilizador en el país, tras “el fracasado intento de la comunidad internauta siria de convocar masivas protestas contra el régimen de Damasco al calor de la revuelta que entonces se estaba desarrollando en Egipto”. Concretamente, el “Día de la Ira” en Siria, fijado para el 4 de febrero pasado y al que se convocó por Internet, no tuvo gran repercusión ni desembocó en movilizaciones populares de envergadura. Debe tenerse en cuenta que el país, situado entre Irak y Turquía, es uno de los Estados policiales más represivos del mundo, enmarcado por una sociedad en la que la supervivencia impone al individuo la delación, la sumisión y el colaboracionismo con las autoridades.
Así, solamente una docena de personas llegó al primer evento planificado en el ciberespacio, ese 4 de febrero. Fue poco después de este fracaso que el gobierno legalizó Facebook, prohibido desde 2007. La opinión generalizada, sobre todo entre los miembros del gobierno y la policía siria, era que a través de Internet Asad sería capaz de vigilar a sus oponentes mucho mejor, de rastrear sus ubicaciones, arrestarlos e intimidarlos. Un internauta afecto al régimen incluso llegó a declarar “que el Ejecutivo del mandatario entendió finalmente que los sirios respaldan a su líder, que fue el único en decirle no a los Estados Unidos”.
En realidad, el régimen había estado penetrando las convocatorias con agentes de la muhabarat, o policía política, que se informaban de la fecha y lugar de las mismas precisamente a través de la Red. El hecho de que los primeros llamamientos a la movilización proviniesen del exterior y no tuvieran mayor trascendencia en el interior de Siria, de que la policía pudiese controlarlos y seguirlos con facilidad, envalentonó al régimen, que se confió al punto de desbloquear el acceso a las redes sociales en Internet.
Pero las cosas no iban a ser tan simples. Las imágenes de movilizaciones puntuales en varias localidades del país, difundidas en el ciberespacio, comenzaron a estimular a la oposición, que sobre todo en el sur sirio empezó a hacerse sentir en las calles. El disidente Ahed al Hendi lo explicaba de esta manera a la web Periodismo Humano:
“Sin Internet no habríamos podido ver los vídeos e imágenes de los crímenes del régimen de Asad. Internet accionó el primer movimiento cuando miembros de los grupos anti-Asad marcharon por Damasco el 15 de marzo. Cuando los medios conectaron con los vídeos de las protestas colgados en Internet, más sirios los vieron, y eso ayudó a romper el muro del miedo”.
Así, #daraanow, un twittero citado por la periodista española Mónica Prieto, ha bautizado el afán de comunicación de los internautas sirios como una “e-jihad”, una batalla “cibernética y laica con el único objetivo de derribar la dictadura y obtener la libertad”.
A principios de abril, consciente ya de su error, Bachar el Asad se revolvió contra Internet. No sólo no admitió la legitimidad de la revuelta democrática, sino que cargó contra Facebook y Twitter culpándolos de difundir mensajes falsos y provocar protestas “sectarias” que sólo servían a los intereses de potencias extranjeras (cualquier similitud con el discurso castrista, siempre presto a acusar a sus opositores de mercenarios al servicio del “imperialismo”, no es pura coincidencia). De hecho, ya desde marzo habían comenzado a sucederse los “apagones” cibernéticos inducidos por el gobierno, en un regreso a las prácticas censoras que evidenciaba los miedos gubernamentales.
La misma Mónica Prieto apunta lo irónico de que fuera el propio Asad quien en su momento introdujo Internet. Prometió que generalizaría su uso, aunque en el verano de 2010 sólo el 17.7% de la población siria podía conectarse. Ello no ha impedido que desde dentro y fuera del país los sirios continúen usando las redes sociales como instrumento de movilización, mientras las protestas públicas se suceden en diferentes pueblos y ciudades. Caiga o no el régimen ―al momento de redactarse esta nota la represión contra los opositores se había cobrado no menos de 500 muertos―, queda claro que en Siria Internet llegó para quedarse y ha burlado los obstáculos que interponía entre él y la sociedad civil una oligarquía condenada a la extinción.
Redacción
1 comentario:
es un hecho que los sirios continúen usando las redes sociales como instrumento de movilización, mientras las protestas públicas se suceden en diferentes pueblos y ciudades. Caiga o no el régimen, queda claro que en Siria Internet llegó para quedarse y ha burlado los obstáculos que interponía entre él y la sociedad civil una oligarquía condenada a la extinción.
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