La revolución que ha transformado el panorama egipcio y sacado del poder a Hosni Mubarak no se cocinó en tres días. Cuajó tras un proceso de cocción largo y doloroso, en el que jugaron un papel fundamental las nuevas tecnologías e Internet. Durante años, básicamente a través de la segunda mitad de la primera década de este siglo XXI, el movimiento internauta egipcio estuvo desarrollando una labor revulsiva de denuncia e investigación. Y, aunque sin dudas los sucesos de Túnez ejercieron de detonante, fue en el verano de 2010, en un cibercafé de Alejandría, cuando tuvo lugar el suceso que cambió las reglas del juego y precipitó el desmoronamiento del poder autoritario en Egipto.
Todos somos Khaled Said
En el verano de 2010, un bloguero egipcio falleció a causa de la brutalidad policial. Khaled Said, de 28 años, pretendía difundir por Internet un vídeo de denuncia donde se observaba cómo varios policías se repartían droga incautada, cuando fue alcanzado por la ola de la represión. Khaled fue golpeado en un cibercafé por varios agentes de la seguridad de Mubarak y arrastrado después a la calle, donde la paliza continuó hasta la muerte. Poco tiempo después, las autoridades difundieron una versión oficial según la cual el joven habría falleció “asfixiado por ingesta de drogas”. Pero ya era demasiado tarde: el ensañamiento había ido demasiado lejos. Khaled iba camino de convertirse en un símbolo para el movimiento juvenil que desmoronaría la autocracia.
Tras difundirse la noticia, y a pesar de la ley de emergencia vigente en Egipto, la ciudadanía se echó a las calles. Miles de personas reclamando lo impensable tan sólo semanas antes. El país estaba maduro para el cambio, aunque habría que esperar aún unos meses para que cuajara suficientemente.
En Facebook, Wael Ghonim, ejecutivo de Google en Egipto, abrió la página “Todos somos Khaled Said” bajo el seudónimo de “ElShadeed, el mártir”, luego de ver, conmocionado, la foto de Khaled muerto, con el rostro desfigurado por la golpiza. Fue el principio del fin del régimen de Mubarak.La periodista española Mónica G. Prieto, corresponsal de El Mundo y Cuarto Poder, citaba de esta manera al internauta el pasado 28 de enero, a propósito de las primeras manifestaciones públicas en la primavera de 2010, en Alejandría y más tarde en El Cairo:
“Para contornear la draconiana ley de emergencia que rige Egipto desde hace 30 años y que prohíbe las asambleas públicas, encontramos una solución: [convocar protestas en las que] miles de egipcios se quedasen de pie en largas filas frente a los paseos marítimos y fluviales de diferentes ciudades separados cinco metros unos de otros. Todos permanecen en silencio o leen el Corán o la Biblia. De esta forma no rompemos las leyes que prohíben acumulaciones de más de cinco personas, los eslóganes, etcétera. Sólo nos quedamos de pie, tristes, vestidos de negro como símbolo de nuestro pesar por lo que le está ocurriendo a nuestro país”.
Wael Ghonim visto por Mónica G. Prieto (enero de 2011)
“Rehúye las cámaras como la peste (Wael Ghonim). Todo protagonismo le molesta y ni siquiera es posible saber su nombre de pila. El hombre que está poniendo en jaque a Hosni Mubarak no tiene rostro ni desea tenerlo. Por un lado, sin que se conozca su identidad recibe amenazas de muerte desde el día en que se le ocurrió crear un grupo en Facebook para denunciar la tortura policial, la corrupción, el estado de excepción permanente, la falta de oportunidades y la ausencia de libertades cortesía del régimen egipcio. Por otro, y por encima de todo, él no sólo es él: representa a decenas de miles, si no a centenares de miles de ciudadanos ansiosos por liberarse de las cadenas.
“Él, y ellos, todos son Khaled Said, el joven de 28 años asesinado en una brutal y gratuita paliza policial el pasado 6 de junio en Alejandría en una agresión que despertó entre los egipcios la necesidad de luchar, desde las protestas cívicas, contra la impunidad y la injusticia. Y gracias a las convocatorias de su grupo de la red social, “Kullum Khaled Said” (Todos somos Khaled Said), ya ha conseguido mucho más: poner en entredicho la autocracia egipcia promoviendo las multitudinarias e históricas protestas que están convulsionando al país del Nilo.
“Los resultados de su particular cruzada sobrepasan todas las expectativas. El pasado miércoles nuestro hombre, junto a otros grupos de oposición, logró convocar mediante las redes sociales una jornada de ira aprovechando el clima social y el empuje de la revolución tunecina, que ha demostrado a sus vecinos que el cambio es posible. En los blogs egipcios, motor de la revuelta junto a Facebook y Twitter, se contaba que 50.000 personas habían prometido asistencia el pasado 25 de enero, fiesta nacional en Egipto, cuando se conmemora el Día de la Policía en memoria de los agentes que, en los años 50, se rebelaron contra los invasores británicos en una jornada patriótica considerada histórica. Agentes muy diferentes a los que hoy, de civil o de uniforme, cazan como animales a los manifestantes que se concentran para defender los derechos más básicos ―los de todos los egipcios, incluidos los uniformados― y exigir el final del régimen (…).
“ElShadeed, el mártir, como se identifica el creador de Todos Somos Khaled Said, no era tan optimista el pasado julio de 2010, cuando le contacté por primera vez. Su grupo ya tenía 210.000 seguidores y estaba rompiendo moldes: desafiaba un estado de excepción en vigor desde hace tres décadas con protestas sociales que terminaron siendo reprimidas por las fuerzas de Seguridad. En lugar de disuadir a los manifestantes, su número se incrementaba. El motivo: el asesinato de Khaled Said, desencadenante de la actual revolución”.
El optimismo, un elemento básico
Hablando de optimismo, éste ha sido uno de los componentes básicos en el éxito de la revolución internauta en Egipto. La capacidad de creer, la fe como respuesta a las adversidades y a las circunstancias negativas potencialmente condicionantes.
El grupo de Facebook “Todos somos Khaled Said” se mantuvo activo durante meses, hasta desembocar en las protestas que dieron al traste con Mubarak. No fue de la noche a la mañana, ni recurriendo a coartadas con que justificar el inmovilismo imperante, que los activistas lograron sacar del poder al autócrata. Entre la incertidumbre y la fe, los jóvenes egipcios continuaron adelante “diseñando carteles, grabando vídeos, ultimando las páginas web de un movimiento destinado al cambio”.
“Aún no hemos perdido el miedo. La mayoría está asustada, porque Egipto está controlado por dictadores que usan su poder para controlar a la gente. Además, la gente ha perdido la esperanza. “No sacamos nada de lo que hacéis”, es el comentario más usual que tengo que leer en la página de Facebook, donde muchos egipcios sólo participan para criticar nuestras actividades”, se lamentaba en julio de 2010 Wael Ghonim, en declaraciones recogidas por la propia Mónica Prieto. Y sin embargo, finalmente la fe se impuso. La constancia de un movimiento juvenil que creyó en el futuro y en su propia capacidad para estimular, incluso generar, el cambio.
A finales de enero, el grupo en Facebook “Todos somos Khaled Said” contaba con más de un millón de seguidores y mensajes que generaban hasta diez mil comentarios. El régimen de Mubarak estaba ya a su merced.
“A Ghonim lo que más le ha afectado es ser calificado de traidor por los medios afines al régimen”, escribe Mónica Prieto, y el propio internauta egipcio lo resume así: “Cualquiera con buenas intenciones era tachado de traidor porque ser malo era la norma. Si fuera un traidor, me habría quedado en mi residencia de Emiratos haciendo dinero y diciéndole a los demás que dejaran que Egipto se fuera al infierno”.
Cualquier semejanza con el caso cubano, donde todo aquel que disiente es considerado por el gobierno un mercenario al servicio de potencias extranjeras, no es pura coincidencia.
Redacción
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