El cine contestatario iraní

Irán, un país de fuertes contrastes, está regido por un régimen islámico de carácter autoritario, una de cuyas mayores preocupaciones es la paulatina liberalización de la sociedad civil iraní. En este contexto la cultura independiente, de la que el cine es protagonista, juega un papel fundamental. 

Varios directores, actores y productores de cine han sido detenidos y encarcelados en Irán en años recientes, entre ellos Jafar Panahi, Hadi Afarideh, Naser Saffarian, Mohsen Shahrnazdar, Katayoun Shahabi, Mehran Zinatbakhsh, Mohammad Rasoulof y Mojtaba Mir Tahmasb. De hecho, las autoridades iraníes advierten que los cineastas nacionales no pueden colaborar con canales de televisión por satélite extranjeros sin autorización. La colaboración con la BBC o la Voz de América, por ejemplo, es especialmente problemática. El jefe de la policía Esmail Ahmadi-Moghaddam declaró recientemente que hacerlo equivale a trabajar con servicios de seguridad enemigos, y que sería tratado “con seriedad”.

“En los últimos meses se ha perseguido en Irán a un número creciente de cineastas y actores (…) El hecho de que muchos continúen en prisión ilustra los desesperados esfuerzos de las autoridades iraníes por reprimir cualquier forma de disidencia. Estas personas no han hecho nada salvo vender sus documentales a una emisora extranjera de televisión o filmar una película sobre un director prohibido. Deben ser puestas en libertad inmediata e incondicionalmente”, ha declarado Hassiba Hadj Sahraoui, directora adjunta del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional.

Jafar Panahi

Jafar Panahi, célebre director de origen iraní, autor y director de siete películas, fue condenado a seis años de cárcel en diciembre de 2010, declarado culpable de “actuar contra la seguridad del Estado” y de “propaganda contra el sistema”, poco antes de habérsele prohibido salir del país. La condena a Panahi incluye 20 años de prohibición para dirigir películas, escribir guiones, realizar entrevistas, viajar o tener cualquier tipo de actividad política. Es este contexto el que respira su documental “This is not a film”.

De “This is not a film” dice Federico Rubini (en http://www.cinematografobia.com.ar ) que fue realizado “contando únicamente con una cámara de vídeo semi profesional y rodado en su totalidad en el edificio de Panahi (…) y se erige como una pieza clave al momento de analizar lo necesario para facturar una gran película, por su economía de recursos y su absoluta sinceridad para con el espectador. Se trata del testamento de un director oprimido por fuerzas mayores, privado de todo lo que ama y condenado por pensar distinto. Cualquier otro director hubiera recurrido a otros recursos, cualquier otro director no hubiera siquiera pensado en realizar una película a partir de su estrecha situación. Panahi se aleja de eso y crea una no película, una obra que habla de obras inexistentes o inconclusas y que reivindica al cine como arte mutante, como medio expresivo amorfo, moldeable a cualquier situación y a cualquier formato”.

Y, sobre el mismo documental, Jonás Trueba agrega en su blog del periódico español El Mundo: “La película que no se puede hacer se convierte entonces en otra película, la más posibilista y abierta que uno pueda imaginar. El cine de la frustración se transforma en cine aleccionador en el mejor sentido lúdico. Panahi se convierte en profesor y parece dirigirse a los cineastas del futuro (…) Como un Flaherty, parte del documental para llegar a la ficción, y a partir de ahí demuestra que se puede hacer suspense hitchcockiano con una simple conversación improvisada en el ascensor, sin llegar a atravesar la puerta que da a la calle. Claro que en su caso no es una decisión de cineasta sino de un gobierno totalitario que priva a sus mejores artistas de la libertad. Panahi es el caso más revelador. Pero hasta el reciente ganador del Oscar, Asghar Farhadi, ha tenido que marcharse (de Irán) para seguir haciendo cine sin cortapisas, siguiendo el camino de Ghobadi y Kiarostami (…) Debería proyectarse en todas las escuelas, y no sólo en las escuelas de cine. Que sirviera para recordar que el cine y la vida pueden ser destinos inseparables. Y que algunos tenemos la suerte de poder unirlos sin dejar de ser libres ni felices por ello”.

“La realidad es que me han privado de pensar y escribir por 20 años, pero ellos no pueden evitar que sueñe que en 20 años la inquisición e intimidación serán reemplazadas por la libertad y el libre pensamiento”, ha declarado Jafar Panahi, y el futuro seguramente le dará la razón.

Marzieh Vafamehr

En pleno siglo XXI, lo que ocurre en Irán y otros países de mayoría musulmana, donde la ley establece castigos físicos contra las mujeres o les impide conducir automóviles, por mencionar sólo dos ejemplos, resulta difícil de entender. El caso de la actriz Marzieh Vafamehr, condenada en Teherán por participar en el filme “Teherane man haray” (Mi Teherán a subasta), añade otra gota de agua a una copa a punto de desbordarse.

Vafamehr fue inicialmente condenada a una forma de tortura tradicional en las naciones islámicas, noventa latigazos, más un año de cárcel. Detenida en junio de 2011 y encarcelada en la tenebrosa cárcel de Garchak, en Baramin, provincia de Teherán, fue finalmente liberada cuatro meses después, en octubre del mismo año. La actriz fue excarcelada tras pagar una fianza y luego de que un tribunal de apelación redujera la pena de prisión a tres meses y anulase la condena a flagelación.

El filme del que se le acusó narra los problemas de una artista iraní que quiere escapar a Australia tras ver censurado su desempeño teatral por el gobierno. El régimen de Mahmoud Ahmadinejad sostuvo que el filme, dirigido por la australiana de origen iraní Granaz Moussavi, daña la imagen de Irán (el precio del alquiler de la película subió de uno a seis dólares en el mercado negro iraní –el largometraje está oficialmente prohibido en esa nación persa— tras iniciarse el proceso contra la actriz), pero Vafamehr fue realmente condenada por actuar en dicho filme sin el pañuelo en la cabeza que tradicionalmente deben llevar las mujeres iraníes y por aparecer en una escena bebiendo alcohol.

Marzieh Vafamehr es considerada la primera actriz iraní que ha actuado sin hijab después de la revolución islámica de 1979, con lo cual constituye todo un símbolo de libertad en un país atenazado por el fundamentalismo. Luego de ser liberada, tras cumplir 118 días de cárcel, tiene prohibido hacer o participar en películas y cualesquiera otras actividades culturales, así como salir de Irán.

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