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Rostros de Cuba / Luis Felipe Rojas |
En
Cuba la sociedad es mixta, conformada por similares proporciones de personas de
la raza blanca, mestiza y negra. Sin embargo, no existen condiciones de
igualdad racial ni tienen similares oportunidades de progreso los distintos
grupos poblacionales. O sea, aunque el pueblo cubano sufre de modo general la
violación sistemática e institucionalizada de sus libertades fundamentales y
derechos básicos, por el uso arbitrario de la fuerza y del mecanismo represivo
como método de sojuzgamiento, la Cuba negra y mestiza es obligada por las
autoridades del régimen castrista a soportar una mayor cuota de sufrimiento,
creciente miseria y exclusión.
Se
sabe que el racismo tiene su génesis y sustentación en una variedad de factores
que se imbrican y refuerzan muchas veces, como son: la cuestión cultural,
arrastrada desde la época de la esclavitud; los factores social, económico,
religioso, ideológico, político… En la Isla también están presentes muchos de
estos factores pero, sin dudas, en el último medio siglo ha jugado un papel
fundamental la responsabilidad política de la élite gobernante en el
empeoramiento de este fenómeno social, que genera consecuencias bien
lamentables, que inciden en perjuicio de toda la sociedad y amenazan la
estabilidad nacional de cara al futuro.
En
este sentido, son precisamente los negros y mestizos los que sobreviven
mayoritariamente en los barrios marginados y villas miserias del país. Son los
mismos que conforman aproximadamente el 90% de la población penal y los que
están empleados en los trabajos peor remunerados. Además, representan una clara
minoría en el reparto de los cargos políticos del Estado, gobierno y único
partido autorizado (Partido Comunista). En contraste, las personas de la raza
blanca radican en los barrios de mayor prosperidad, son mayoría notable en los
trabajos mejor remunerados y desempeñan los altos cargos del Estado. Y, para
más diferencia, a través de los medios de comunicación se propagan paradigmas
de belleza y prosperidad vinculados con los rasgos fenotípicos de personas
blancas caucásicas, lo que no se corresponde con la realidad racial del país.
En
las comunidades y asentamientos periféricos donde sobreviven mayoritariamente
las personas no blancas, por regla general soportan condiciones infrahumanas y
de miseria extrema. Son barrios donde las enfermedades infectocontagiosas
tienen una prevalencia alarmante. La calidad y expectativa de vida de esos
moradores es peor que la del resto de la población. Padecen de un elevado
índice de alcoholismo, desnutrición, parasitismo, enfermedades psiquiátricas,
anemia, suicidios, abortos y embarazos no deseados, entre otras secuelas. Por
ejemplo, esa es la situación que padecen miles de familias en el Albergue Sexto
Congreso, en Lawton; en la villa miseria Casa Blanca, en el municipio Habana
del Este; en los barrios de la Guinera, en la Palma. Solo en la capital cubana,
se reconoce por las autoridades gubernamentales que existen más de 120
asentamientos considerados ilegales, donde la miseria de sus moradores es
traumática. Son miles los niños de esos lugares que no tienen zapatos ni
juguetes, los ancianos que se acuestan sin comer, los jóvenes que se tienen que
prostituir como herramienta de sobrevivencia.
En
las calles cubanas es fácil observar que la policía increíblemente tiene
categorizado como sospecha de delito el color oscuro de la piel, y se la pasa
molestando sin razón a los jóvenes negros. Las prisiones están abarrotadas de
negros y mestizos. Esos son centros de torturas físicas y psicológicas. Las
condiciones de vida de los reclusos son terribles, caracterizadas por un hacinamiento
atroz, la alimentación que no satisface las necesidades mínimas para sustentar
la salud, no se les ofrece tratamiento médico adecuado, los maltratos y
golpizas a manos de los militares están a la orden del día y muchos reclusos
mueren por causas prevenibles e innecesarias. El contacto de los presos con sus
familiares lo limitan las autoridades carcelarias a dos horas cada tres meses,
y no permiten la libertad de culto ni la asistencia religiosa.
También
resulta bochornoso, ilegal e inadmisible que haya leyes vigentes como la “peligrosidad
social pre-delictiva”, por la que los tribunales condenan a privación de libertad
a personas inocentes bajo la “sospecha” de que en el futuro pueden cometer
delitos. Y no asombra que en más de un 90% sean los negros los que resulten
sancionados por ese “delito”.
Las
consecuencias de la problemática racial incluso han tenido un sensible
empeoramiento en las últimas décadas, luego de la caída del Muro de Berlín, lo
que conllevó a que Cuba perdiera el subsidio que recibía de la antigua Unión
Soviética y que entrara en una profunda crisis económica. Esta situación llevó
a la dolarización de hecho de la economía y los negros y mestizos terminaron
más perjudicados aún, pues son los que menos acceso tienen a las remesas familiares,
ya que el exilio está compuesto mayoritariamente por personas de la raza
blanca.
Lamentablemente
se dibuja, para un cercano futuro democrático en Cuba, una tendencia de
deterioro de las condiciones de vida y oportunidades de la población negra y
mestiza. Y esta situación se puede predecir porque son estos sectores
poblacionales los que están acompañados de una cultura de la miseria, violencia
y sobrevivencia en condiciones extremas. Ante una apertura de los estratos de
la vida nacional, arrancarán en completa desventaja económica, social y
educativa.
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