Rostros de Cuba / Luis Felipe Rojas |
Han
pasado ya cien años desde que comenzaran, en 1910, las gestiones legislativas
de la entonces joven República para derogar el único partido en la historia de
Cuba que agrupó a sus miembros por identidad racial. Se cumplieron cien años,
en 2012, de la matanza de aquellos “independientes de color”, como se les
conoce mejor entre los pensadores cubanos.
Dos
cuestiones trae a debate entre los investigadores cubanos el tema del
levantamiento en armas de negros y mulatos, dirigidos por Evaristo Estenoz y
Pedro Ivonet, contra la intención oficial de proscribir aquella agrupación
partidista. La primera es si en realidad fue una matanza de tales proporciones
que pueda hablarse de miles de víctimas. La segunda es si en realidad resultaba
necesaria la filiación por interés racial.
La
historiadora María de los Ángeles Meriño (entre menos de una decena de
intelectuales que se han ocupado del tema) es quien parece haber hurgado más en
los archivos. Su libro Una vuelta
necesaria a mayo de 1912 (Letras Cubanas, La Habana, 2006) es de los
estudios que rebaten la posibilidad de una matanza de tal magnitud. Meriño
Fuentes prueba con algunos datos que la matanza no pudo ser multitudinaria.
¿Es
concluyente su investigación? De ninguna manera. El hecho de que la
historiografía más reciente no haya chocado aún con las pruebas definitorias en
cuanto a la cantidad de muertos y la real crueldad de los hechos, no ha puesto
todavía sobre el tapete la última palabra.
¿El debate? ¿Cuál
debate?
¿A
quién convino alterar la cifra de muertos de 1912? ¿A los propulsores de una
nueva intervención? ¿A los redomados que se alteraron al ver la fuerza de un
partido que había nacido con una evidente fundamentación racial?
Las
preguntas se debaten hoy en el aire buscando un asidero más allá de los
apasionamientos. El silencio sobre la eliminación de los Independientes de
Color guardado durante medio siglo de República coincide criminalmente con el
que han mantenido durante más de medio siglo los autócratas verde olivo. La
celebración de los centenarios, tanto de la creación del Partido Independiente
del Color como de los sucesos de 1912, donde murieron tantos (¿cuántos en
realidad?) cubanos de la raza negra, pasa por el ostracismo más feroz.
Ya
se ha anunciado a todo trapo una Comisión organizadora, constituida más bien
para contrarrestar a los pensadores independientes que para clarificar la
veracidad de aquel suceso. Han pasado varios meses desde su fundación y no han
aparecido aún los primeros textos, programas del evento, los debates públicos
(por lo menos en las instituciones especializadas). ¿Será definitiva la
institución de silencio sobre la mal llamada “guerrita del 12”?
A
liberales y conservadores de entonces les servía como justificación para el
silenciamiento la idea de “prevenir una tercera intervención norteamericana”. A
los gobernantes cubanos de hoy, les horroriza la idea por contemporánea: podría
dar lugar a protestas de un grupo de negros por haber sido sacrificados en
África. Y no hay que olvidar que la población negra es el sector más vulnerable
(racialmente) de la crisis cubana y una fracción oposicionista que cada día más
intenta demostrar los perjuicios del racismo actual.
Racialidad, racismo y
actualidad
El
silencio impuesto por la esfera ideológica del Partido Comunista de Cuba sobre
los hechos de 1912, además de coincidir con el de los oligarcas de la
República, forma parte del racismo actual que procura ocultarse. ¿No son acaso Santiago de Cuba y Guantánamo
dos de las provincias cubanas de más atraso social en el país? ¿No han ocurrido
en ellas, cien años después, algunas de las mayores violaciones en el tema de
los derechos humanos de la historia de Cuba?
La
población carcelaria cubana, joven y negra; los actos de repudio, con las
consabidas dosis de vejación y racismo y los interrogatorios feroces a que son
sometidos algunos negros opositores con ofensas o la intención de hacerlos ver
como desagradecidos que no han aquilatado “lo que la revolución ha hecho por
ustedes”, son volcanes dormidos para un buen debate.
Pasado
un año de la rememoración de aquel centenario, tres hechos salen a la luz y
ofrecen más preocupación que consuelo. Después de unos meses de castigo, el
politólogo Esteban Morales fue aceptado nuevamente en las filas comunistas de
su organización. Probablemente aquellos disparos sobre la ‘contrarrevolución de
cuellos blanco’ fueron apagados a base de consejos, si no amenazas de perder
las pocas prebendas que le quedan ya.
El
crítico Roberto Zurbano lanzó de igual manera un par de dardos que se han
trastocado en una confusión semántica por parte de los editores de The New York
Times. Zurbano dizque no tradujeron bien sus palabras y se ha lanzado con una
declaración de principios donde afirma ser un negro revolucionario, como si no
bajar la cabeza ante los amos de verdeolivo fuera un delito.
Cuando
redacto estas notas, en junio de 2013, el mismo Esteban Morales ha lanzado una
diatriba contra tres académicos negros disidentes (Leonardo Calvo, Manuel
Cuesta Morúa y Juan Antonio Madrazo) de visita en universidades
norteamericanas, lo que cierra más el círculo en torno al debate de la
integración racial en la isla.
¿A
quiénes y hasta cuándo debemos agradecer los negros por ser libres y no morir
en el intento? Instituciones como la UNEAC y el Instituto de Historia de Cuba
coordinan un evento sobre la matanza de los “independientes de color” y el
ascenso y caída de aquel partido que intentó reivindicar un sector poblacional.
Y sería “una vuelta necesaria” al tema si el intento procurara la verdad
histórica y sirviera para preguntar por un país para todos: negros y blancos.
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